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En nuestro cuerpo conviven dos tejidos con funciones opuestas: el tejido muscular y el tejido adiposo. Aunque ambos son esenciales, su equilibrio determina gran parte de nuestra salud metabólica, funcional y cardiovascular.
Dos actores con roles contrarios
El tejido muscular es un verdadero protector interno.
- Tiene efectos antiinflamatorios
- Previene la apoptosis celular (muerte prematura de células)
- Evita la formación de coágulos y placas ateromatosas
- Mejora la sensibilidad a la insulina y regula el metabolismo
En cambio, el tejido adiposo —especialmente el visceral— puede actuar como un generador de riesgo:
- Promueve la inflamación crónica de bajo grado
- Favorece la resistencia a la insulina
- Libera sustancias que alteran el equilibrio hormonal y metabólico
- Contribuye a la formación de coágulos, ateromas y disfunción muscular
Un diálogo molecular constante
Cada vez que el tejido adiposo libera una sustancia proinflamatoria o perjudicial, el tejido muscular responde con miocinas —moléculas protectoras que bloquean esos efectos. Es una especie de “contrapeso biológico” que busca mantener el equilibrio.
Por ejemplo: Si el tejido adiposo libera TNF-α (una citocina inflamatoria), el músculo responde con IL-10 o irisina, que contrarrestan la inflamación. Si hay exceso de grasa y resistencia a la insulina, el músculo activa vías como mTOR para preservar la síntesis proteica y la función celular.
¿Por qué importa este equilibrio?
Cuando predomina el tejido adiposo y el músculo se reduce —como ocurre en la obesidad sarcopénica— el cuerpo entra en un estado de vulnerabilidad:
- Mayor riesgo de diabetes tipo 2
- Fragilidad y pérdida de autonomía
- Enfermedades cardiovasculares y metabólicas
- Disminución de la calidad de vida
Por eso, preservar la masa muscular no es solo cuestión de fuerza o estética: es una estrategia de salud integral.
¿Qué puedes hacer?
- Moverte más: el ejercicio activa el músculo y sus funciones protectoras
- Comer mejor: suficiente proteína, micronutrientes y control del exceso calórico
- Evitar el sedentarismo: cada hora sentado sin moverse afecta el equilibrio metabólico
- Consultar con profesionales: dietistas-nutricionistas, médicos y fisioterapeutas pueden ayudarte a diseñar un plan personalizado.

