Rocío Práxedes. Dietista-Nutricionista
La importancia de las grasas radica en las funciones que realizan en nuestro cuerpo: aportan mucha energía y suministran sustancias que hacen posible la vida: componen la membrana de todas nuestras células, son vehículo de vitaminas, forman parte de algunas hormonas e influyen en la salud cardiovascular y en la función inmune.
Casi todas las grasas presentes en nuestra comida son triglicéridos, sus propiedades dependen de los ácidos grasos que predominan en su composición y de la presencia de otros nutrientes en el propio alimento.
La matriz del alimento o el contenido del plato es muy importante. No tiene el mismo efecto sobre nuestra salud comernos una pizza de tomate, jamón york y queso, que la misma pizza acompañada de una ensalada. Sería aún mejor si la pizza la hiciéramos en casa con una base de tomate natural y verduras. ¿Por qué?
Cuando incluimos vegetales estamos añadiendo fibra, vitaminas y minerales, y con ello, estamos haciendo un plato “inteligente”, ya que los citados nutrientes están implicados en múltiples procesos y funciones de nuestro cuerpo, como la regulación del hambre y la saciedad, o el “secuestro” de sustancias que para nosotros en exceso pueden ser nocivas, por ejemplo el colesterol (otro tipo de grasa).
Aceite o grasa | Ácidos Grasos Saturados | Ácidos Grasos Monoinsaturados | Ácidos Grasos Poliinsaturados |
Coco | 92 | 6 | 2 |
Leche | 62 | 34 | 4 |
Palma | 52 | 39 | 9 |
Vaca | 52 | 43 | 5 |
Cordero | 55 | 38 | 7 |
Cerdo | 32 | 54 | 14 |
Margarina normal | 35 | 46 | 19 |
Pollo | 34 | 48 | 18 |
Margarina insaturada | 26 | 20 | 53 |
Maíz | 13 | 43 | 44 |
Soja | 13 | 29 | 58 |
Girasol | 13 | 27 | 60 |
Pepita de uva | 25 | 30 | 45 |
Germen de trigo | 15 | 18 | 67 |
Cacahuete | 16 | 57 | 27 |
Oliva | 12 | 79 | 9 |
Pescado | 23 | 28 | 49 |
Almendras, pistachos | 12 | 53 | 35 |
Nueces, piñones, pipas | 12 | 33 | 55 |
Tabla. Clasificación de la grasa presente en algunos alimentos.
Como ya he mencionado antes, las diferencias entre un triglicérido y otro, está en los ácidos grasos que lo forman, de ahí la clasificación en grasas saturadas, monoinsaturadas y poliinsaturadas; la composición, disposición y unión de sus átomos las hace diferentes.
Los ácidos grasos poliinsaturados linoleico y alfa-linolénico, de donde provienen las famosas grasas omega 6 y omega 3 respectivamente, son abundantes en la mayoría de aceites vegetales; están implicados en acciones tan importantes como la regulación de la presión arterial, la reactividad vascular, la coagulación y la función inmune; y por si esto fuera poco, también poseen efectos antiinflamatorios, promueven la utilización de las reservas de grasa e influyen sobre los niveles de leptina (una hormona que ayuda a regular el apetito), el peso corporal y el almacenamiento de grasa corporal. Podemos recurrir a alimentos naturales que contienen estas “prodigiosas” grasas, por ejemplo: pipas de girasol, semillas de lino, pepitas de uva o frutos secos. Si obtenemos estas grasas a través de los aceites, será importante considerar el proceso de extracción, almacenamiento y envasado, para que mantengan sus propiedades nutritivas (mejor el prensado en frío y en envase opaco).
El ácido graso monoinsaturado oleico, abundante en las aceitunas, el aceite de oliva o el aguacate, también nos protege de la enfermedad cardiovascular, porque entre otros efectos, ayuda a disminuir el colesterol LDL (el malo).
La presencia en todos estos alimentos de antioxidantes, fibra, y/ o fitoesteroles potencian sus efectos beneficiosos.
No todas las grasas saturadas son iguales. La grasa láctea, pese a su procedencia animal, está asociada con una incidencia menor de diabetes mellitus tipo 2, de síndrome metabólico, riesgo cardiovascular, riesgo de sobrepeso y obesidad. En las carnes de cerdo y pollo, el perfil graso dependerá de cómo haya sido la alimentación del animal.
Los ácidos grasos trans, que están mayoritariamente en mantequillas y margarinas, snacks, comida preparada, precocinados, bollería, pastelería y heladería, contribuyen al endurecimiento de las arterias, y esto está estrechamente relacionado con las cardiopatías y las enfermedades cerebrovasculares. Se obtienen en la industria de alimentos a partir de grasas vegetales, ya sea por calentamiento o añadiendo hidrógeno, para convertirla en una grasa más untuosa o sólida, y conseguir productos más crujientes, cremosos y duraderos, en definitiva, más sabrosos y “adictivos”.
Al final, todo se reduce en fijarnos más en la calidad de la grasa que comemos y en balancear nuestra dieta, reemplazando las más perjudiciales por otras más sanas e indispensables.