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Superalimentos

Los “superalimentos” no existen para la ciencia, porque no hay una definición oficial ni legal del concepto. Pese a ello, el término sigue en circulación, quizás por el interés creciente en la dieta-salud, o porque resulte tentadora la idea de consumir “algo” que nos convierta en personas más sanas, sin tener que cambiar nuestra forma de vida.

Rocío Práxedes. Dietista-Nutricionista

Si buscamos en internet “superalimentos”, observaremos que este término se utiliza fundamentalmente para alimentos exóticos de origen vegetal, muchos de reciente incorporación en nuestros comercios, y que ciertamente por su naturaleza, son una fuente de vitaminas, minerales, fibras y antioxidantes.

Cuando prestamos atención a estos mensajes prometedores, olvidamos una obviedad, esos mismos compuestos químicos abundan en nuestra dieta mediterránea, de manera que podemos obtener los mismos nutrientes y fitoquímicos a partir de alimentos locales, contribuyendo además a cuidar del medio ambiente.

Actualmente, la legislación europea en etiquetado prohíbe atribuir a los alimentos propiedades preventivas, terapéuticas o curativas, y la referencia a dichas propiedades como reclamo publicitario.

Las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables están armonizadas a nivel europeo, con la intención de proporcionar un elevado nivel de protección de los consumidores. Estas normativas son necesarias para que los productos que realmente aportan beneficios de salud sean reconocidos como tales y no se confundan con productos milagro sin ningún tipo de base científica.

Alimentos funcionales

Los llamados “superalimentos” no deben confundirse con los alimentos funcionales, éstos, además del valor nutritivo, es decir, de su aporte en nutrientes para cubrir nuestras necesidades fisiológicas, han demostrado tener algún efecto añadido beneficioso para la salud, que puede ser preventivo o terapéutico. Las declaraciones de propiedades saludables que aparecen en estos alimentos son estrictamente evaluadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria o EFSA basándose en pruebas científicas del más alto nivel y están sujetas a la reglamentación existente en Europa. Por ejemplo: los esteroles presentes en muchos alimentos vegetales, han demostrado científicamente que reducen la colesterolemia; y el yogur no pasteurizado, su condición de probiótico.

Aumenta el consumo de alimentos reales y vegetales

La mejor manera de cuidar nuestra salud es aumentando el consumo de alimentos reales, es decir, naturales o poco procesados en nuestra cesta de la compra, procurando además que al menos el 75% sean de origen vegetal, refiriéndonos no sólo a fruta y verdura, también a legumbres, frutos secos y cereales integrales.

No es malo incluir alimentos propios de otros países o culturas;  probar algo nuevo puede ser estimulante para los sentidos, pero no tiene ninguna ventaja nutritiva frente a la dieta mediterránea.

El término “superalimento” puede estar utilizándose con fines meramente comerciales. No demos más credibilidad a la información por contar con mayor número de publicaciones en internet o libros vendidos, lo que importa son las fuentes, analicemos y reflexionemos sobre la procedencia del mensaje y su intención.

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